El niño que no quería crecer ya es centenario. Aunque el imperecedero personaje forjado por el escocés James Matthew Barrie (1860-1937) asoma por primera vez en la obra de teatro Peter Pan o el niño que no quería crecer (1904), el insurrecto chaval y sus descarriados colegas del País de Nunca Jamás saltan al estrellato definitivamente en 1911 con la aparición de la novela Peter y Wendy, base de las incontables adaptaciones posteriores en formato literario, escénico y, sobre todo, cinematográfico.
Desde entonces, el mito, al contrario que el pequeño revoltoso, no ha dejado de crecer. Peter Pan ha sobrevivido a la muy edulcorada versión en dibujos animados de Walt Disney e incluso ha dado nombre a un síndrome psiquiátrico (el de los sujetos que se niegan a madurar) y a unos leotardos inspirados en sus mallas verdes.
El libro original de Barrie pertenece a esa inclasificable especie denominada literatura infantil y juvenil, un catálogo más ficticio que real en el que sesudos académicos se empeñan en mezclar la prosa casi bíblica de Moby Dick, los enigmas filosófico-matemáticos de Alicia en el País de las Maravillasy, por supuesto, las andanzas del huidizo Pan. Como ha apuntado el poeta Leopoldo María Panero en el prólogo a su traducción de Peter Pan y Wendypara el sello Ediciones Libertarias (1987), «existen dos antecedentes claros de la literatura moderna o de vanguardia: estos son la literatura de terror y la literatura infantil». Porque ambas huyen de las ataduras de lo convencional y, en concreto, la llamada literatura infantil, al apoyarse en la extraña y subjetiva percepción del niño es capaz de explorar guaridas que la mente adulta no se atrevería a pisar.
Así ocurre con la novela de Barrie, cuyo texto original, muy lejano del empalagoso pincel de Disney, contiene párrafos demoledores desde su mismo arranque: «Wendy supo que crecería. Es algo que siempre se sabe después de cumplir los dos años. Los dos años son el principio del fin». Claro que, para huir de ese precipitado fin, siempre se puede regresar a las páginas de esta novela inagotable y viajar, junto a Peter, Wendy, el capitán Garfio, los pieles rojas y Campanilla a la isla de Nunca Jamás y sentarse durante un instante (cien años o así) a la sombra del árbol del ahorcado.
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