martes, 9 de abril de 2013

Líderes en el aula...¿Positivo?

EN TODOS LOS GRUPOS ESCOLARES SE FORMAN GRUPOS QUE PUEDEN SER RECEPTIVOS U HOSTILES HACIA UN ALUMNO DETERMINADO



Cada curso escolar los alumnos se preparan para rutinas y objetivos sustancialmente diferentes a los que tienen durante las vacaciones veraniegas. Al pensar en el nuevo curso, también se recuerdan experiencias, positivas y negativas, del año anterior. Así, los niños pueden empezar de manera ilusionada la reentrada escolar pero, en ocasiones, tienen sentimientos de preocupación o cierto temor ante los conflictos que aparecerán en su grupo, y si sabrán resolverlos de forma no violenta.

Es cierto que, haciendo un buen análisis sociológico de la clase, siempre encontramos chicos de fuerte personalidad que pueden favorecer actitudes de respeto y tolerancia y que imprimen carácter en otros compañeros que se “dejan llevar”. Pero en otras ocasiones, estos “líderes” dificultan el entramado positivo y son causa de frecuentes conflictos que ponen a prueba a niños que son más sensibles y les cuesta manejar la situación, provocando sensación de inseguridad y baja autoestima social que preocupa a las familias.

Son situaciones en las que un niño ejerce una influencia que no es positiva sobre otro. Este “líder negativo” hace que siempre se juegue a lo que él quiere, o se hagan las cosas como a él le gustan, es decir pequeños “abusos de poder”. No son situaciones preocupantes, ni se les debe dar excesiva importancia, sólo si eso provoca cambios de comportamiento en el niño, como alteraciones en el ánimo o retraimiento, o que no vaya a gusto a clase. En esos casos es conveniente hablar con el profesor o un especialista.

Qué podemos hacer:

1- Escuchar lo que el niño cuenta, pero cuidando las reacciones de respuesta exageradas. Es normal que haya conflictos en el aula y forman parte de la riqueza de la experiencia social.

2- No exagerar ni hacer del tema un monográfico en las conversaciones preguntando y buscando averiguar datos y transmitiendo al niño una importancia desmesurada del asunto. A veces, con la mejor intención, los padres magnifican los problemas preocupando de forma añadida al interesado.

3.-Atender en conjunto a la realidad emocional del hijo si se observa cierto grado de malestar que, además, persiste en el tiempo. Consultar con el orientador, profesor o tutor. En ocasiones, la información se transmite por otras vías de comunicación que no son las palabras. Alteraciones del ánimo, cambios en el apetito o sueño, retraimiento excesivo… pueden ser pistas de que el problema le supera y necesita la ayuda de un especialista.

4.-Favorecer vínculos de amistad. Los niños y niñas aprenden a comportarse con sus iguales poco a poco. Facilita este proceso el modelo de los padres con amigos y amigas, también los educadores que alientan en actitudes de respeto, disculpa, sinceridad, aceptación y ausencia de críticas.

5- Formarse sobre el tema con optimismo y constancia. Las habilidades y actitudes necesarias para el desarrollo emocional y cognitivo se aprenden y mejoran. Gestionar de forma inteligente una situación de abuso de poder o intimidación requiere a cualquier edad cierta estrategia e información concreta.

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